Delincuencia Juvenil
La delincuencia Juvenil es una problemática global, no solo se
trata de un problema de las sociedades contemporáneas, sino que también
a lo largo de la historia y en diversas culturas, han surgido movimientos
juveniles originados por distintos procesos los que tomaron matices
diferentes o modalidades de expresión particulares, estrechamente
relacionados con las necesidades y circunstancias especiales del contexto
donde se desarrollan.
Al hablar de los inicios de este fenómeno en 1815 se empezó a
mencionar sobre delincuencia juvenil con motivo de una condena que se
impuso en Old Baley, Inglaterra a cinco niños a quienes se encontró
merecedores de la pena de muerte, era evidente que algo no marchaba
bien y que no podían sujetarse a los niños a igual condena que a los
adultos.
Entre los años treinta y cuarenta aparecieron en Estados Unidos y
en México los Pachucos. 2
Este movimiento se originó como consecuencia de los procesos
migratorios de población Mexicana hacia Estados Unidos a través de
los cuales se desencadenaron una serie de discriminaciones raciales
hacia los nuevos pobladores. La reacción de las y los jóvenes fue una
especie de rebeldía, como parte de una conducta defensiva, que los
llevó a agruparse en pandillas de barrios integrados por jóvenes
mexicanos, o hijos e hijas de mexicanos, nacidos en Estados Unidos.
Más recientemente a mediados de los años setenta aparecieron
también en Estados Unidos Pandillas juveniles denominadas CHOLOS,
las cuales se extendieron por algunas ciudades especialmente en el
estado de California y también por ciudades mexicanas grupos de
adolescentes hijos de inmigrantes mexicanos, por lo general desempleados
o subempleados se organizaron en pandillas para poder sobrevivir en
un contexto de pobreza e ilegalidad.
Entre los movimientos más conocidos en estados Unidos y América
Latina se pueden mencionar los siguientes: Los Gangs en Estados
Unidos y Belice; las MARAS en El Salvador , Guatemala y Nicaragua;
las barras o chapulines, en Costa Rica; los Gamines en Colombia; las
colleras en Perú; las Ganzas en Brasil ; las Patotas en Argentina.
En algunas ciudades alcanzaron magnitudes sin precedentes, por
ejemplo, en Medellín Colombia se han registrado seiscientas pandillas,
en el distrito Federal de México mil quinientas aproximadamente, en la 3
ciudad de Belice con tan solo ochenta mil habitantes hay once grupos
de pandillas, de las cuales surgen nuevas fracciones.
En El Salvador, desde finales de la década de los ochenta, el
fenómeno de organización y socialización de la juventud acentuada en
los estratos de bajos ingresos ha adoptado la forma de pandillas,
denominadas MARAS, de las cuales surgen grupos conocidos y bien
establecidos en rivalidades como son la MARA SALVATRUCHA,
denominada (MS x 13), LA MARA DIECIOCHO (M 18), y otras no
tan notables como éstas. Las cuales proliferan en zonas caracterizadas
por la alta densidad poblacional, la mala dotación de servicios básicos
y los bajos niveles de ingreso en los Hogares.
Según Marcela Smutt, Jenny Lissette Miranda (1998): Las
primeras noticias mínimamente documentadas de maras que puedan
considerarse sus antecedentes, aunque no coincidan exactamente con las
características de las actuales, son las maras estudiantiles que
aparecieron en 1959. En ese entonces estaban compuestas por alumnos
de colegios en las que se forjaban las actuales élites de dirección
empresarial y política como el externado San José, Liceo Salvadoreño y
Colegio García Flamenco. Los alumnos de estos colegios se
provocaban y enfrentaban en la calle a causa de los resultados de los
partidos de basketball en los que participaban. Sus rivalidades no
pasaban de simples encuentros callejeros sin consecuencia relevantes. 4
En términos generales siempre existieron grupos de amigos o
vecinos que se reunían al final de los pasajes de las colonias, en las
gradas de las casas o en predios baldíos aledaños a sus domicilios a
jugar.
Según documentación existente muestran que en diciembre de
1979, la Unidad del Cuerpo de Menores, hoy parte del Instituto
Salvadoreño de Protección al Menor, trató 253 casos de niños y niñas
relacionadas con vagancia, prostitución, mendicidad, deserción escolar,
toxicomanía, víctimas de daños físicos por adultos, abandono moral y
material y otras actividades que ponen en peligro al menor. En esta
fecha todavía no se mencionaba a los grupos de maras como causa
de atención de las instancias relacionadas con la protección de los
niños. El tema aparece tratado específicamente a partir de 1990 en un
artículo periodístico titulado “Las maras, una nueva maldición
aparece” en el que se describe como grupos de niños armados, proclives
al delito y no simplemente al ladronismo. Hasta fines del conflicto
bélico, el tema de las maras no tenía gran relevancia en la opinión
pública, siendo hasta el principio de la presente década que cobró un
inusitado valor. Desde entonces el problema no ha cedido; por el
contrario, ha ganado complejidad y hasta peligrosidad. Desde entonces
la fiscalía general de la República cuenta con un registro que en el
país existían hasta la fecha 263 pandillas de jóvenes, de las cuáles
185 se ubican en la ciudad capital. 5
Estas pandillas son un hecho social preexistente al proceso de
transición política iniciado con la firma de los Acuerdo de Paz en
1992.
La década de los 90 ha perfilado a las maras como el más
importante y complejo fenómeno cultural generacional que haya tenido
el país.
Según Carlos G. Ramos (1997), el elevado número de jóvenes
involucrados en esta forma de organización y socialización juvenil, así
como su presencia extendida por todo el territorio nacional han hecho
de este fenómeno y de las formas de violencia que el mismo comporta
una parte integral de la cotidianeidad de los salvadoreños.
Una gran proporción de la población salvadoreña percibe el
fenómeno de las pandillas como sinónimo de la delincuencia juvenil, se
estigmatiza a las y los jóvenes pandilleros como delincuentes y a sus
familiares como los principales causantes de la delincuencia por diversos
factores. Probablemente estas pandillas les ofrece a los adolescentes la
posibilidad de ser parte de sentirse incorporado a un grupo social donde
comparten valores representaciones y lenguajes. 6
Es muy habitual escuchar a ciudadanos, a comunicadores sociales
y también a representantes de instituciones referirse a jóvenes miembros
de las pandillas como delincuentes juveniles, etiquetando dentro de
esta categoría una multitud de conductas de muy diversa índole que
afecta a los jóvenes en situación de riesgo social, criminalizando a esta
población vulnerable.
Según estudios realizados en el Instituto Universitario de opinión
pública UCA -IUDOP (1996). El porcentaje de salvadoreños que percibió
el problema de las MARAS y la delincuencia como el principal problema
del país alcanzó casi el 65% esto constituye la más alta proporción de
respuestas asignadas a estos temas en la historia de las encuestas
realizadas por dicho instituto. Sin embargo al compararse el mismo
sondeo de opinión con medición hechas en años anteriores, se refleja
que el porcentaje de las familias víctimas de hechos delincuenciales había
disminuido.
Estos resultados inducen a considerar que lo que había crecido
para 1996 no es en si la delincuencia, sino más bien la percepción que
la ciudadanía posee de la delincuencia y del incremento de las
modalidades de violencia.
La percepción de las pandillas juveniles en cuanto tal tienen una
historia y no solo en las formas de expresión del fenómeno en los términos 7
del crecimiento de una condición particular que se refleja en el incremento
de violencia en el país.
En 1995 la actividad policial dirigió buena parte de sus esfuerzos
a la contención de las maras utilizando medios que en muchos casos
excedieron atribuciones legales en el mantenimiento del orden y se
reflejan una especie de aversión hacia los jóvenes involucrados en
pandillas.
Durante este mismo año, se aparecieron en el escenario Socio-
Político estructuras paramilitares de eliminación de pandilleros y se
sucedió una serie de asesinatos de “delincuentes” pertenecientes a maras
realizados por un grupo clandestino autodenominado “ La Sombra
Negra”.
Durante 1996 el gobierno de El Salvador promovió una campaña
antidelincuencial, que tuvo como resultado la aprobación por parte de
la Asamblea Legislativa la Ley de Emergencia contra la delincuencia y
el crimen organizado y da el primer paso para reimplantar la pena
de muerte en el país.
Según Carlos G. Ramos (1996): En definitiva, reforzadas por
una errada percepción del fenómeno, las tendencias autoritarias en el
abordaje práctico de las maras terminaron induciendo un mayor
margen de incertidumbre a la transición, pues la inclinación de 8
abordaje de este fenómeno generacional como un problema de
seguridad pública, condujo al desarrollo y reproducción de formas de
violencia contra los jóvenes, peligrosos para la construcción de una
convivencia ciudadana más tolerante.
Las pandillas juveniles enmarcadas dentro del contexto de la
delincuencia juvenil debido a sus características propias se ha manifestado,
a lo alargo de la historia como un fenómeno de violencia social - urbana,
muestra de ello es la expansión que ha tenido durante los últimos años
no solo en El Salvador; sino también a nivel mundial.
Lamentablemente en El Salvador no se cuenta con un registro
detallado de indicadores que den cuenta de la magnitud del fenómeno en
el pasado, de su desarrollo y de su dinámica reciente. Sin embargo la
evolución del comportamiento de los jóvenes en los últimos años ha
tomado proporciones alarmantes y tiende a seguir expandiéndose a tal
grado de ser considerado El Salvador como uno de los países con mayor
violencia a nivel mundial.
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